La Agencia Espacial Mexicana y la Sociedad del Conocimiento



El mundo ha cambiado vertiginosamente y las últimas décadas están marcadas por el incesante incremento de la actividad espacial en todas sus áreas, desde avances espectaculares en la investigación científica hasta la creación de múltiples consorcios industriales de alta eficiencia y gran competitividad. Estos adelantos, sumados al desarrollo de otras ramas del conocimiento como las tecnologías de la información y comunicación, han revolucionado las capacidades de las ahora llamadas sociedad de la información y economía del conocimiento. Si algo distingue a lo ocurrido en este campo en años recientes, es la participación creciente del sector privado, ya no sólo como proveedor de servicios y productos a esfuerzos públicos, sino como un actor dinámico en la misma navegación espacial, tanto para individuos como para la colocación de nodos de comunicación y observación en órbita terrestre.

El progreso de la ciencia y tecnología espaciales las ha vuelto esenciales en la vida cotidiana y están presentes en prácticamente todas las áreas del quehacer humano, proporcionando enormes beneficios. De hecho, el ciudadano común utiliza los sistemas espaciales sin percatarse de ello.

Hasta la fecha, se han lanzado en todo el mundo alrededor de 6,500 satélites, dedicados a una amplia gama de tareas específicas y sus servicios se extienden más allá de las telecomunicaciones. Van desde la observación de la Tierra, obteniendo datos meteorológicos y de reconocimiento que ayudan a prevenir desastres y a estudiar los cambios climáticos, hasta sistemas de navegación dedicados a la ubicación y seguridad en los transportes, pasando por la percepción remota que permite identificar regiones ricas en materiales útiles para la producción industrial.

En el caso de los satélites de comunicaciones, además de las conexiones de telefonía y la difusión de señales de radio y televisión, ofrecen importantes servicios de telemedicina y educación a distancia, ayudan a reducir la brecha digital y vinculan a usuarios geográficamente aislados, mejorando el nivel y la calidad de vida de los habitantes de las regiones menos comunicadas. Se puede afirmar que todos estos sistemas benefician a la colectividad, contribuyen a mantener la seguridad de la sociedad en su sentido más amplio y permiten incrementar el nivel económico, social y cultural de todos los países. Ha sido tan acelerado el incremento de las comunicaciones espaciales que la mayoría de los sistemas lanzados al espacio ya han sido deshabilitados y aún permanecen en órbita. Algunos de estos artefactos se han convertido en un verdadero problema, al que se denomina de forma genérica como “basura espacial”.

En el campo de la investigación científica, los observatorios espaciales han permitido conocer detalles de la interacción Sol-Tierra, la evolución de las estrellas y las galaxias, así como del origen de la vida y del Universo mismo, que de otra forma nuestra atmósfera protectora haría imposible observar.

Los satélites de observación de la Tierra ofrecen una ventana única para hacer estudios de los continentes, la atmósfera y los océanos. Sus frutos van mucho más allá de la labor académica
y tienen un gran impacto social, ya que recogen datos esenciales para la toma de decisiones en la gestión de recursos naturales, la protección del medio ambiente, el seguimiento del cambio climático, la prevención o contención de enfermedades, la alerta temprana de los fenómenos meteorológicos, la respuesta oportuna y el seguimiento a las labores de rehabilitación en casos de emergencias y desastres.

La generación de nuevas y más avanzadas tecnologías, derivada de la investigación básica, se traduce en innumerables productos con alto valor agregado y de satisfactores que mejoran sustancialmente la calidad de nuestra vida diaria, impactando el ámbito económico e industrial. Adicionalmente, los bienes y servicios que sustentan a la industria espacial también se han beneficiado de la derrama económica resultante y han generado negocios con un creciente
progreso.

En el caso de México, donde estamos retomando la construcción de proyectos, cuadros e infraestructura para la exploración espacial sobre bases institucionales y multidisciplinarias, debemos definir los nichos científicos y las aplicaciones industriales que son pertinentes para el país. En ese sentido, las experiencias de los investigadores mexicanos que han colaborado en proyectos con las naciones líderes nos ha permitido acceder a los beneficios de algunos de estos nichos y aplicaciones, lo cual alienta nuestra convicción de impulsar líneas de investigación y desarrollo espacial que son necesarias para nuestra sociedad. Los actores principales que han impulsado estos campos de manera aislada, ahora dispondrán de una Política Espacial que coordine y relacione las capacidades nacionales disponibles en la ciencia, la tecnología y la industria, para desarrollar iniciativas propias.

El reciente crecimiento de la industria aeroespacial en el país, junto con el desarrollo alcanzado por los sectores productivos como la electrónica, las tecnologías de la información y comunicación, así como la gran cantidad de estudiantes en ciencia y tecnología permiten afirmar que se dispone de una base tecnológica y de recursos humanos, a partir de la cual se pueden desarrollar las actividades nacionales en la materia. Como en el resto del mundo, y sobre todo en países similares al nuestro, la industria local debe ser impulsora y beneficiaria directa del desarrollo aeroespacial. Para lograrlo, es fundamental que sus capacidades se articulen con el resto de los actores nacionales; esa coordinación y sinergia facilitará el éxito del proyecto.

La Agencia Espacial Mexicana (AEM) debe crear una instancia de gobernanza que permita el intercambio de información y la coordinación de los actores públicos y privados, para un mejor desarrollo y articulación de las actividades espaciales. El momento histórico que vive nuestro país demanda acciones decididas y concertadas, de integración de todos los agentes y de certeza sobre la solidez del accionar colectivo.

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